Desde finales de la década pasada el tema de la escenas locales llamó la atención de una gran parte de los medios de comunicación, instituciones y artistas visuales de la capital. Situación que trajo consigo que la producción de la primera versión del proyecto “Trienal” (2009) se enfocará en varias regiones del país, con el fin de acrecentar el diálogo entre éstas y la ciudad de Santiago. Pero, un par de años antes de esa efeméride llamada Trienal, uno de los primeros que se atrevió a conjeturar sobre lo que estaba ocurriendo en regiones y establecer cuáles eran los componentes de una escena local, fue el curador y crítico Justo Pastor Mellado. En esta materia, el actual director del Parque Cultural de Valparaíso, constató el desarrollo y las perspectivas que poseían las escenas locales, tanto de Valparaíso como de Concepción. Sin embargo, cuando éste habló de una escena local, los partidarios de esta teoría –mayoritariamente curadores indoor–, jamás imaginaron que ésta no sería posible de replicar, hasta ahora, en otras regiones.

Por eso, al margen de lo que ocurre en Santiago, Valparaíso y Concepción, es imposible pensar en accionar una escena en otro lugar sin que éste olvide la operación política que debe ser realizada desde lo local. Y esto, porque nos hemos acostumbrado a trasladar proyectos desde Santiago a otras regiones con la finalidad de apoyar el mal llamado “desarrollo de la escena local”.

Ahora, que algunas regiones posean un desarrollo de sus escenas locales no significa que esto articulará a las otras. Entonces queda claro que las condiciones demográficas y culturales de algunas regiones del país las ha llevado a patentar tanto su desarrollo artístico como cultural en acciones ligadas a lo que ellos denominan realidad local.

Es así como el desarrollo del arte contemporáneo en algunas ciudades del norte y sur de Chile esta más asociada a los fenómenos sociales que marcan su contracción a las políticas culturales y económicas impuestas por Santiago. Acciones consideradas como radicales y fuertemente enlazadas a lo que la misma ideología vernacular ha pretendido difundir. Porque el meollo de la realidad local no es su geografía sino más bien su errabundeo constante sobre el extenso territorio chileno. Es esta realidad la que trabaja desde la desestabilidad impuesta burdamente por el modelo de escena local. Por ejemplo, artistas del sur de Chile como Gonzalo Cueto de Temuco y Fabián España de Coyhaique, en sus últimas producciones han conceptualizado que el conflicto actual de la producción artística ya no pasa por visualizar lo que ocurre en su entorno geográfico sino en otros lugares, como lo es el altiplano chileno.

Ciertamente, estos ejemplos evocan esa búsqueda por un territorio nacional que no pasa por el estigma que nuestra capital ha impuesto. Y en esa constante lucha de convicciones culturales se han articulado algunas ciudades que, dentro de sus realidades locales, han establecido proyectos autónomos que configuran el trabajo actual del arte contemporáneo.

En la ciudad de Antofagasta, el espacio para el arte contemporáneo se ha expandido de manera significativa en los últimos años. Los artistas y gestores de la ciudad han focalizado su trabajo, no solo en el fomento de artistas emergentes sino también, en la creación de audiencias. Así, esta ciudad no ha dejado de pensar en un espacio formativo para el fomento del arte contemporáneo atreviéndose a localizarlo desde otro perspectiva. Es por esto que, con la idea de resignificar los espacios para los artistas, analizar ese desierto indómito y ficcionar sobre ese aletargado enfoque social y cultural que ahí se experimenta, este año se creó el proyecto de residencias denominado “El lugar más seco del mundo: Quillagua”.

Este proyecto, dirigido por la artista Dagmara Wyskiel y el gestor cultural Christián Nuñez que, en su primera versión contó con la participación del artista Fernando Prats, busca afianzar temáticas que inscriben el conocimiento del contexto de varios puntos de la región de Antofagasta. Un espacio que no esquematiza el formato impuesto por la institucionalidad cultural para su incremento. Además, sin escuelas de arte, ni galerías comerciales, el foco actual de Antofagasta es integrar experiencias para apoyar un programa de conexión internacional. Conexión que se ha incrementado ininterrumpidamente con ciudades como Salta y Tucumán en el norte de Argentina. Y es aquí donde podemos ver ya construidas las filiaciones y conexiones territoriales que alteran el conducto regular del trabajo artístico.

Ahora, en el otro extremo del país, específicamente en la región de la Araucanía, el proyecto “Laboratorio de Arte y Cultura” nos ha entregado argumentos para comprender esos recursos locales que poseen una visión que va más allá del discurso artístico en una región que vive bajo un conflicto político. Y frente a ese innegable contexto, el Laboratorio de Arte y Cultura ha construido acciones que han entregado una plataforma sólida de conocimiento y conexión entre los agentes. Una situación que va acopiando una suculenta información de las acciones que han sido organizadas y producidas por Ramiro Villarroel, Renzo Vaccaro, Jorge Olave, Eduardo Rapimán, Julio Briones, Cristian Wenuvil, entre otros. Nombres que ya se han inscrito como promotores del fomento del arte contemporáneo en regiones.

Un poco más al sur nos encontramos con la ciudad de Puerto Varas. Ese lugar, a los pies del lago Llanquihue, en la región de Los Lagos, albergará en el mes de diciembre, uno de sus proyectos más revolucionarios en materia de arte contemporáneo: “Surdico”.

“Surdico” es el nombre que lleva la primera Bienal de arte contemporáneo de la ciudad y que se extenderá hasta el mes de febrero del 2013. Este proyecto, que dirige Oscar Paredes, pretende expandirse a través de exposiciones, conferencias, intervenciones urbanas y talleres comunitarios tanto en el espacio urbano como el lacustre.

Pero “Surdico”, tomando nota sobre las necesidades que hoy poseen los artistas visuales de ese territorio sur –todavía inexplorado– pretende vincular este proyecto a otras acciones que impregnan la vida social de los habitantes de Puerto Varas. Un argumento que hace factible creer en una Bienal que no se posicione como mero artículo del espectáculo. Por lo demás, estas acciones que ha articulado “Surdico”: alteran el verdadero sentido que proyecta una Bienal de arte contemporáneo en la actualidad. Porque hoy, una Bienal, no depende de los artistas invitados, sino de la articulación que la misma provoca en la comunidad donde se instala.