El territorio de Chile, observado ante los ojos de un proyecto de artes visuales, presenta una plataforma fructífera para el estudio de sus realidades locales. Realidades locales que al ser trastocadas por los conceptos del trabajo artístico, delatan ciertas particularidades aún desconocidas acerca de algunas zonas del país. Asimismo, ante un esquema de trabajo impuesto por los artistas, estas realidades locales sentencian la manera en cómo las percibimos.

Chile es un país reconocido por sus dispares zonas climatológicas. Por el norte es árido y en el sur la humedad adquiere un protagonismo sin precedentes. Es silencioso en el desierto y ciertamente sonoro al recorrer sus exuberantes bosques. Aun así, es difícil comprender el transcurso habitual de algunos núcleos urbanos y rurales que yacen sobre inconexas geografías en esta intrincada faja de tierra. En este sentido, resulta complejo digerir las características que posee la región de Aysén. Un territorio húmedo y fértil; pero al mismo tiempo, un lugar que simboliza la desapacible cotidianidad de la vida humana.

Entonces podemos afirmar que el hábitat de Aysén nos lleva a experimentar una singular noción de territorio que puede ser vislumbrada, principalmente, en la cosmovisión de su entorno. Parajes que son contrastados con los dilemas del aislamiento humano y que repercuten en esa mirada simbólica que poseemos de nación y territorio. En este contexto, nos quedamos con la sensación que los emblemas patrios no poseen un valor local auténtico, pues provienen exclusivamente de la cultura hegemónica producida en la zona central. Es bajo todo este relato, en donde aparecen los cimientos de un proyecto denominado Islaysén  

Islaysen es una acción de arte contemporáneo para artistas que no residen en esta región y que incita el reconocimiento de unos territorios con el objetivo de percibir varios paisajes. Un acto simple pero indeleble que fortalece las redes que configuran el trabajo artístico en este recóndito sur. Por lo demás, todos estos escenarios naturales sucumben en nuestro raciocinio y sin duda contraponen esa exuberancia que posee el lugar frente su aislamiento perpetuo.

¿Pero en qué momento este paisaje deja de ser percibido como interpretación cultural y pasa a inmiscuirse como parte de un proceso estético?

El caso propuesto por Islaysen permite que estos artistas foráneos recorran y compartan, en terreno, las experiencias que trae consigo esta realidad desprendida. Y en cierto modo, esta situación congrega, entre otras cosas, las interrogantes sobre la cultura y sociedad patagona. Pero esa realidad desprendida, en este proyecto, es un concepto que demuestra que la obra y su exposición ya no son parte de la típica secuencia que altera un proceso creativo. En Islaysen los procesos expanden la concepción de la obra que re-aparece una y otra vez ante la contemplación de sus parajes y vivencias. De esta manera, al interpretar un paisaje, desde el punto de vista de su valor y función en la cultura, presentamos una práctica estética que en esta situación replantea la imagen que engloba el territorio.

En consecuencia, con estos enfoques antropológicos, geopolíticos y estéticos, Islaysen en si mismo es una plataforma de intercambios, puesto que estas acciones no sólo trasladan aspectos físicos sino que también inmateriales. Y aunque hoy en día no es frecuente ver estos postulados en proyectos que anuden las múltiples dimensiones del paisaje, en esta ocasión las motivaciones de cada artista encauzan una plataforma de intercambio que genera un esquema dinámico de exploración territorial.