La textura y morfología de las imágenes presentes en los distintos recintos religiosos distan bastante de representar en si mismas el ideal de su creencia. En estos casos la devoción aplica a ciertos objetos un arraigo local y ciertos juicios de valor que se mantienen perpetuos dentro de una Iglesia Católica. Es el caso de la representaciones de vírgenes como: la virgen del Carmen de La Tirana, Nuestra Señora de las Peñas, etc; y la veneración de santos como: San Lorenzo o el Apóstol Santiago, entre otros.

Pero también se obtiene un concepto perpetuo al observar la yuxtaposición de imágenes audiovisuales en conjunto con las de figuras-íconos que involucran a los creyentes en la oración y meditación, por ejemplo de sus pecados.

El 8 de julio del 2009 y con motivo de las actividades de la Trienal de Chile, en la cuidad de Iquique, los feligreses que visitaban la Catedral de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, no solo participan de una solemne misa además se convertían en testigos de una de las actividades más sugerentes en materia de artes visuales de los últimos tiempos. En ese lugar, el artista visual Demian Schopf buscaba afanosamente reivindicar en sus más profundas creencias el valor que poseen las imágenes religiosas y las posibilidades de estas en su confabulación dentro de esas matrices medievales pictóricas que lograron readecuar y obtener cientos de adeptos en las culturas andinas. A la vez, para Schopf, una de sus máximas era entender y entregarle cierta confiabilidad a los símbolos de una religión.

Schopf observa dentro de esa iglesia -que enfrenta a sus visitantes con una impresionante nave central que conduce a un altar decorado con una pintura de la Asunción de la Virgen y rematada con una escultura de San Miguel Arcángel en su cúspide- unos decorados ábsides donde él mismo dispone -sobre un mesón de madera enchapado con motivos góticos y  neoclásicos- tres imágenes emitidas por pantallas de LCD que reviven y seducen con sincronía las variables ubicuas en La Catedral, sentenciando su propio nombre: Locus Amoenus/Trinitas.

Pero estas pantallas no solo iluminaban ese lugar, al mismo tiempo formaban parte de la decoración floral a los pies de las imágenes de Jesús, la Virgen María y María Magdalena. Aunque este proyecto fue mostrado por primera vez en la Iglesia católica de la Santísima Trinidad (Trinitätskirche) en Colonia, Alemania, aludiendo en estricto rigor –como lo afirma el artista- al problema lingüístico de lo decible e indecible en el campo del arte y ¿por qué no? en el aspecto de la religión, en Iquique la variable esta centrada en lo indefinido e imperecedero que puede ser la creencia en contra de la religiosidad.

Como otro aspecto significante, podemos mencionar que la arquitectura del edificio religioso iquiqueño resalta la inspiración lograda bajo los cánones estéticos neoclásicos que entregan un equilibrio a las formas y una moderación en la dinámica arquitectónica dentro de las ya conocidas estructuras religiosas, convirtiendo este templo en un lugar inigualable del catolicismo a nivel nacional. Asimismo como el neoclasicismo envuelve esa construcción, al unísono, se presenta parte de la idoneidad del pensamiento republicano chileno impuesto a fines del siglo XIX en los nuevos territorios. Por lo visto se complejiza aún más la visón de los habitantes del lugar constituyéndolos solo en unos demiurgos de la historia local frente a Locus Amoenus/Trinitas.

Además, Locus Amoenus/Trinitas, viene siendo una lectura reflexiva sobre la Santísima Trinidad, sin embargo logra bloquear los cimientos de esa hipótesis con el espacio del lugar y la celebre frase del protosociólogo napolitano Gianbattista Vico: “lo verdadero y el hecho se convierten el uno en el otro y coinciden”. Vico y su frase en respuesta a la cuestión cartesiana de la verdad, donde esta era ofrecida al hombre dentro de aquellas ideas claras y distintas que le resultaran evidentes, representa la interpretación global que puede definir a Locus Amoenus/Trinitas como una manufactura caracterizada por sus raíces analíticas y filosóficas; simplemente porque muestra su propia verdad en el acto.

Locus Amoenus/Trinitas, ha sido pensado en los propios hechos relacionales que construyen los dilemas del verdadero significado que converge en tres imágenes y que lo hacen creíble para los ojos y sentidos de todos, en especial, para los feligreses.

Pocas veces, en nuestro país,  la iglesia se involucra en proyectos de arte contemporáneo, pero cabe señalar que lo realizado por Fernando Prats y su proyecto Anástasis[1] en la Iglesia de Nuestra Señora de la Divina Providencia de Santiago, obedece más a una búsqueda del propio artista con la historia de la Iglesia Católica y su manera de representarla. Entiéndase entonces que Schopf refuerza tanto los contenidos como la misma filosofía impuesta por la orden católica sobre sus imágenes.

Además este mismo lugar, en Iquique, manifiesta símbolos que en general han constituido diagramas de comunicación y convención, precisamente estudiados para esta región y que interpretan la imagen del héroe nacional. Así, con la exhibición de Locus Amoenus/Trinitas, es imposible olvidar que han sido marcados los actos humanos que trataron de entregar una definición a la gran cantidad de imágenes de diversa índole, especialmente,  presentes en tierras tarapaqueñas relacionadas a lo eminentemente religioso e infielmente pagano.

En este lugar, donde fielmente conviven tres imágenes y tres monitores, existe una especie de determinación como base para nuestros sucesivos análisis sobre lo que realmente significa una imagen, dos imágenes o tres imágenes.

¿De que manera nuestra fe, depositada en una creencia religiosa, alberga la concepción sobre el verdadero significado de tres imágenes en una y una en tres?