Artistas invitados:

Rotraut Pape, Yana Yo, Hito Steyerl y Hartmut Jahn (Alemania)
Juan Castillo, Francisca García y Enrique Ramirez (Chile)
Olivia Vivanco, Ingrid Hernández & Pieter Wisse y Alejandro Gomez-Arias (México)

Después de las erradas declaraciones de Schabowski[1], el día 9 de noviembre de 1989, apareció una ferviente expectación mundial en los medios de comunicación así como también alrededor de las fronteras de las que por aquel entonces dividían a las dos alemanias. Esa misma noche la presión popular consiguió transitar, de manera pacífica, de un lado del muro hacia el otro. Estos hechos acontecidos en Berlín, no solo marcan una sentencia histórica en Europa, sino que también repercuten en las ideologías, las relaciones políticas y multilaterales a nivel global.

Efectivamente la caída del muro de Berlín delimitó un nuevo escenario geopolítico para el viejo continente que ante la manoseada Guerra Fría propició la apertura de estos nuevos límites al ‘merchandising’ impuesto fuertemente por los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. Pero además las imágenes de una ciudad como Berlín –derribando un muro que los dividió por varias décadas–, evidenciaron que la denominada ‘reunificación alemana’ solo había sido estructurada para masificar un sistema político que orquestaba la neoliberalización de la población. Por cierto, estas gestiones fueron desempeñadas con éxito en las naciones que dejaron atrás el comunismo y, al mismo tiempo, reforzadas con ímpetu hacia otros latitudes a petición del insistente pavor de la CIA. Aquí nos encontramos con los casos de Chile y México.

En Chile a pocas semanas de la puesta en marcha del desmantelamiento del muro de Berlín, se llevaron a cabo después de 19 años, las primeras elecciones presidenciales y parlamentarias[2]. Estos comicios re-establecieron el espíritu republicano, un acontecimiento que de ninguna manera opacó el fin de la sanguinaria dictadura de Pinochet. En realidad estos eventos, amparados en un cuestionado sistema democrático, circunscribieron otra de las tantas fases que exhibirá más adelante un sistema político y económico que ha sido administrado, hasta el día de hoy, por una constitución[3] que fue promovida por la dictadura cívico-militar, la misma que mantuvo en el poder al general Augusto Pinochet por un poco más de 16 largos y oscuros años.

No obstante, uno de los peores momentos para Chile, bajo la lupa internacional, y que puso en tela de juicio a la renombrada ‘recuperación de la democracia’, ocurrió cuando Alemania y la parafernalia libertaria estadounidense cuestionaron el actuar de la cancillería chilena por la presentación de una solicitud de asilo firmada por Erich Honecker ante la embajada de Chile en Moscú.[4] Nadie dudo que este trámite significaba un ticket para que Honecker esquivara a la justicia. Bajo este contexto, el extinto jerarca tuvo algo a su favor ya que eligió a un país que todavía figura como un territorio diseñado, específicamente, para promover la impunidad en materia de derechos humanos.

La tensión política por este suceso se incrementó escandalósamente dentro de la contingencia de Chile. Algunos de los dirigentes políticos que en ese entonces pertenecían al oficialismo y que años atrás habían arrancado hacia la República Democrática Alemana (RDA) –después del golpe de Estado que derrocó al Presidente Allende–, exigieron al gobierno, presidido por el demócrata cristiano Patricio Aylwin (marzo 1990 – marzo 1994), autorizar el hospicio para el otrora Jefe de Estado de la RDA y su esposa. Tras extensas presiones, incluso algunas enviadas desde el extranjero, el asilo fue concedido. Ironías de la historia que terminaron por reunir en una misma ciudad a uno de los militares mimados de la CIA: Pinochet; y al oscuro e intransigente leninista apellidado Honecker.

Cambiando de latitud. México, durante los descuentos de los años ochenta, estaba siendo gobernado por Carlos Salinas de Gortari (diciembre 1988 – noviembre 1994) quién a través de sus conocidas truculencias políticas gestionó, como estadista, una serie de planes para privatizar algunas de las más emblemáticas empresas públicas de ese país. Todo ese juego con olor a corrupción fue la debacle del Partido Revolucionario Institucional (PRI), la misma colectividad que pavimentó el camino hacia la firma del cuestionado Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN)[5].

Estas ominosas maniobras administrativas de Salinas de Gortari fueron evidenciadas cuando a pocos meses de abandonar la presidencia, aparecieron una serie de investigaciones periodísticas que confirmaron que bajo su periódo de gobierno hubo un incremento sostenido de la violencia armada en diversos puntos de México. Es más, esa violencia contó con el beneplácito de los mismos dirigentes del PRI. Esta hecatombe social y política, más los delirios de modernidad impulsados por el priismo, fueron uno de los subterfugios para que apareciera, después de siglos de marginación indígena, el movimiento Zapatista el cual ha estado intentando perfilar la contingencia política de México desde el sureño estado de Chiapas. Esta revolución, dentro de la propia nación mexicana, transformó las insignias de cientos de grupos indígenas que en la actualidad continúan trabajando para reivindicar, entre otros cosas, los territorios ancestrales y los derechos humanos.

No hay dudas que el TLCAN ha sido un embuste bajo el cual operan algunas autoridades políticas y civiles en América Latina. El tratado fue, en si mismo, una excusa para que el presidente Bill Clinton ordenara la puesta en marcha de la “Operación Guardián”[6], un proyecto que incluía la construcción de un muro en la zona fronteriza de Tijuana-San Diego con el objetivo de resguardar la seguridad de los Estados Unidos ante la inmigración ilegal.

Cuando leemos y re-leemos estos antecedentes y el criterio de realidad que aplicamos desde la coyuntura actual, ratificamos que algunas huellas que rodearon al muro de Berlín han sido trasladadas física e intangiblemente hacia otros lugares del globo. Es el caso de Chile y México, donde nos encontramos con ciertos símbolos que tensionan otros muros y que aparecen en las metáforas de incalculables crónicas, nuevas pautas ideológicas y, por ejemplo, gestiones gubernamentales que hoy son emprendidas con vehemencia en contra de la sociedad civil.

Ahora, justo en el instante en que se conmemoran los 30 años de la caída del muro de Berlín, Chile atraviesa por una de sus crisis políticas más complejas de las últimas décadas. Una crisis que marca al ejercicio neoliberal, del cual este país ha sido uno de sus principales promotores. Pues bien, esta revolución social también da cuenta de la caída de algunas creencias ideológicas, del libre mercado y de las astucias de la globalización, una situación que ha traslucido, ante la mayoría de lxs latinoamericanxs, la crisis de identidad de nuestra democracia utópica.

Para analizar esta situación, desde otra óptica, confirmamos que este desequilibrio aparece porque la administración política de un Estado no ha asimilado ni mucho menos (re)conocido, en colectivo, su entorno político. Más bien, hemos construido una sociedad que preferentemente muñequea al sujeto político con el fin de desplazarlo y que unos pocos siempre estén confirmando los vaivenes políticos y económicos del Estado. Además hablar de sujeto, de la historia, la dominación, la dependencia externa, las clases sociales oprimidas, del papel de las masas populares, de categorías tales como totalidad, exterioridad, liberación, esperanza, es caer nuevamente en un momento que no toma en serio el “desencanto político” en el que la cultura actual se encuentra radicada.[7]

No existe duda alguna que el rechazo a la político se conjuga con el desinterés por generar conocimiento desde nuestros mismos territorios, un antecedente que no solo afecta a la gobernanza chilena sino que a todo el resto del continente. De la mano de esta reflexión, recuerdo lo escrito por la boliviana Silvia Rivera Cusicanqui: “…la crisis que viven nuestras sociedades es una crisis de valores y una crisis epistémica; un sistemático bloqueo y confusión en los procesos del conocimiento.”[8]

La cultura visual y la producción artística proponen, desde tiempos inmemoriales, reconocer los valores de la sociedad a través del arte. Por lo que es imperativo admitir que las cuestiones que circundan al arte nos dejan sendas introspecciones sobre nuestras sociedad actual. La mayoría de estos análisis acarrean múltiples juicios sobre el pasado y la contemporaneidad frente a las cicatrices de ese arte que está hecho de imágenes, sonidos y olores. No obstante, existen cosas visibles que no conforman una imagen, hay imágenes que son solo palabras. Pero el régimen más común de la imagen es aquel que pone en escena una relación de lo decible con lo visible, una relación que juega al mismo tiempo con su analogía y con su diferencia.[9]

A partir de estos cuestionamientos, entendemos que el lenguaje hablado ha cubierto necesidades elementales, pero la comunicación simbólica y creativa se ha posicionado más allá de lo evidente. Es por esto que cuando traducimos los mensajes que construyen los artistas los interceptamos bajo una plataforma que analiza sus acciones e investigaciones. A esto le agregamos el componente curatorial que se transforma en una hoja en blanco que edita, mezcla y expande diversas problemáticas que han estado adjuntando los artífices a sus mismas ideas a través de otros tantos e innumerables sucesos definidos, para este caso, como históricos-atemporales.

Al construir un espacio sensato para dimensionar, desde la escritura, los contrasentidos que aborda la exposición y divulgación de propuestas artísticas que están entrecruzadas con lo ocurrido en Berlín, desprendemos algunos emblemas para descomponer la confusa y violenta historia que en estos últimos años rodea a más de un muro.

Si observamos detenidamente esta exposición –que reúne artistas visuales de Alemania, México y Chile– imaginamos que sus propuestas abren un panorama crítico y que evidencian, desde las instancias que están presentes en la cultura de masas, los conflictos y desesperanzas que han desencadenado las narrativas políticas a nivel global. Por lo demás, el simple hecho de reunir diferentes puntos de vista en un espacio expositivo, no pasa solo por masificar una orientación política, sino que más bien por implantar el frenesí de una práctica intelectual cada vez más necesaria.

Por todas estas razones, al elucubrar una parte de la atmósfera histórica de Berlín y la mítica que envuelve la contingencia de América Latina, será imperativo densificar más de un diálogo que nos traslade hacia imágenes icónicas y disímiles que poseen algunos territorios donde, por momentos, sus imaginarios permanecen aferrados a un muro.

  1. Günther Schabowski portavoz de la República Democrática Alemana (RDA) leyó ante la prensa internacional una parte del proyecto de Ley que permitía a todos los ciudadanos de la RDA viajar fuera desde la misma sin un justificante. Pero ante la pregunta de un periodista sobre cuándo entraba en vigencia la mencionada ley, Schabowski contestó: inmediatamente; esta  exclamación provocó que miles de alemanes de uno y otro lado del muro se apostaran en las fronteras de Berlín, provocando el comienzo de la destrucción del muro.
  2. El 14 de diciembre de 1989 se llevaron a cabo en Chile las elecciones presidenciales y parlamentarias que impusieron como vencedor al demócrata cristiano Patricio Aylwin conocido internacionalmente como uno de los más férreos opositores al proyecto socialista de Allende.
  3. En septiembre de 1980, con menos de un mes de convocatoria y con las libertades cívicas coartadas, tuvo lugar el denominado Plebiscito Nacional donde los chilenos mayores de 18 años estaban obligados a pronunciarse con un Sí para aprobar la nueva constitución, o un No para rechazarla. Finalmente la preferencia obtuvo más del 60 % de los votos. A raíz de este hecho diversos pensadores y políticos han catalogado de ilegítima La Constitución de 1980, tanto en su origen como para el ejercicio de la gestión democrática.
  4. La polémica estadía de los Honecker se extendió desde el 11 de diciembre de 1991 hasta el 29 de junio 1992.
  5. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en inglés conocido como NAFTA, es una zona de libre comercio entre Canadá, Estados Unidos y México. Estos tres países lo firmaron el 17 de diciembre de 1992 y entró en vigencia a partir del 1 de enero de 1994, cuando se cumplió con el procedimiento de ratificación por parte del poder legislativo de cada uno de los países que lo suscribió.
  6. La “Operación Guardián” o conocida en inglés como “Operation Gatekeeper” es una medida de Estado bajo el gobierno de Bill Clinton (1993-2001) que tuvo como objetivo principal resguardar la integridad en una de las fronteras más congestionadas del mundo. Sin embargo, la integridad civil de cientos de miles de mexicanos ha sido martirizada producto de la violencia con la que han actuado, con el transcurso de los años, los agentes de los servicios migratorios de los Estados Unidos.
  7. Dussel, Enrique. Filosofías del sur: descolonización y transmodernidad  (Ciudad de México: ediciones Akal, 2017) p. 36.
  8. Rivera Cusicanqui, Silvia. Un mundo ch’ixi es posible: ensayos desde un presente en crisis  (Buenos Aires: editorial Tinta Limón, 2018) p. 93.
  9. Rancière, Jacques. El destino de las imágenes (Buenos Aires: Prometeo libros, 2011) p. 28.